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Foto del escritorJuan Antonio Molina

Educación y des-educación fotográfica. La experiencia de Página en blando (Segunda parte)

El programa educativo de Página en Blando es resultado de una mirada critica hacia la fotografía y convierte esa percepción crítica en su eje principal. Cuestionamos a la fotografía en tanto objeto artístico, pero también en tanto objeto de la cultura de masas. Consideramos nocivo y reaccionario el uso (kitsch) que se hace de las imágenes cuando se ponen en función de la estandarización del gusto, del aplanamiento del discurso político y de la simplificación de lo real de los que depende el orden dominante. Desconfiamos de las expresiones convencionales de la belleza pues muy a menudo suelen esconder alguna forma de violencia simbólica o algún mecanismo de anestesia colectiva.

Investigamos el potencial simbólico de la imagen fotográfica para entender su arraigo en la vida cotidiana, en las representaciones de nuestro mundo y de las relaciones sociales, y su influencia ideológica. Esa investigación es lo que en gran medida constituye nuestro programa educativo. En consecuencia, nuestros alumnos son invitados a cuestionar los conceptos de verdad, objetividad y realidad, tan fuertemente arraigados en el discurso fotográfico.

También nos despiertan sospechas el propio concepto de educación fotográfica y las prácticas a él asociadas, que suelen sacralizar lo convencional, tratar a los aparatos como fetiches, normalizar la violencia simbólica y banalizar las experiencias estético-artísticas. Muchos alumnos principiantes llegan a P. en B. educados con estereotipos visuales, gustos y hábitos estéticos simplificados y expectativas que ignoran o al menos subestiman las enormes posibilidades de lo imaginario en las prácticas fotográfica; las enormes posibilidades que la expansión del campo del arte ofrece a dichas prácticas o las enormes posibilidades de la investigación artística e interdisciplinaria.

Des-educar es el principal reto de la educación artística en el campo de la fotografía. Implica re-programar los mecanismos de la relación con el arte, por medio de una práctica que paulatinamente va desplazando la atención desde los aparatos y la tecnología fotográfica hacia lo que Foucault llamó “tecnologías del yo”: proceso de autoconocimiento, (“…que per­miten a los individuos efectuar, por cuenta propia o con la ayuda de otros, cierto número de opera­ciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta, o cualquier forma de ser, obteniendo así una transformación de sí mismos con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad…”), mientras se sale de los lugares comunes del discurso fotográfico, los estereotipos visuales, los prejuicios sobre el arte contemporáneo y otros vicios ideológicos propios de la cultura de masas: modelos de belleza que son clasistas, racistas y machistas, concepción sentimentalista y edulcorada de lo estético, desprecio por lo que se sale de una racionalidad pragmática, etc.



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