¿Qué tiempo dedica el espectador promedio a contemplar una obra de arte?¿Y a qué llamamos exactamente “contemplación”? En el proyecto de Rodrigo Alcocer hay un ángulo desde el cual la contemplación pierde prioridad en relación con las nociones de información y programación. El video titulado SGVF-Sunrise 44, tiene una duración total de 2.6 años. Este es el resultado de trabajar con un programa que toma cada pixel de una serie de imágenes digitales y lo convierte en un fragmento de video de un segundo de duración. Las imágenes digitales utilizadas son cada uno de los cuadros de otra serie de vídeos “originales”, que fueron transferidos a negativos fotográficos y después digitalizados. Son las imágenes digitales resultantes las que han sido fragmentadas y transformadas hasta obtener más de 82 millones de pixeles que se van reproduciendo consecutivamente durante la misma cantidad de segundos.
En este caso queda claro que la contemplación no puede limitarse a la mirada. El espectador tiene que tomar conciencia de la realidad de la obra, lo que, aquí implica tomar conciencia de su temporalidad. El tiempo de la obra debe ser vivido, pero también debe ser medido en relación con el tiempo del espectador.
La prolífica narratividad de SGVF-Sunrise 44 -de engañosa concisión- se sostiene alrededor de un subtexto sobre el tiempo y los límites, o tal vez, simplemente sobre lo infinitesimal. La forma es absorbida por la duración y la duración es absorbida por el contenido. El proceso técnico no es sólo mediación entre la idea y la obra, sino parte de esa construcción narrativa acerca del cálculo y la medida, algo que en algún momento he calificado como “cálculo improductivo”, pero que en su autosuficiencia preserva una dimensión poética e imaginaria. Hay un momento de distancia emocional. Pero en esa posición también se juega y se goza la fricción entre la posibilidad y la imposibilidad de la recepción total de la obra, lo que la convierte en una especie de utopía. La obra de arte deviene una ficción por lo que relata e imagina tanto como por la elusión de su propia objetividad que no puede ser retenida en el espacio de la galería ni en el tiempo de la exposición.
SGVF-Sunrise 44 forma parte del proyecto Sungazing, cuyo mayor grosor está constituido por fotografías que se originan con la proyección en tiempo real, sobre negativos de gran formato, de cientos de videos de amaneceres y atardeceres descargados de Internet. En esos casos es la temporalidad del video la que es absorbida por el archivo fotográfico. El proyecto incluye distintos procesos de transferencia, partiendo de lo físico y lo digital, pasando por lo analógico y volviendo a lo digital y lo físico, en las impresiones y las proyecciones de video. Entretanto se ha pasado de la estandarización del paisaje, como producto kitsch, a la deconstrucción del paisaje -en su idea y en su materialidad- como operación postconceptual.
El término “sungazing” alude al llamado “método Bates”, que incluía entre sus formas de terapia la exposición del ojo a la luz solar. Esto incorpora otra metáfora en el discurso de Alcocer: la asociación paradójica entre luz y ceguera, finalmente el cuestionamiento de la visión, representado en esa oscilación entre lo figurativo y lo abstracto o entre el ícono y el pixel.
Rodrigo Alcocer cursó estudios de Arquitectura en la UNAM y tomó el Diplomado de fotografía en la Academia de Artes Visuales (AAVI) en la Ciudad de México. Tuvo una especialización en Fine Art Photography, en la International Class/ Neue Schule für Fotografie de Berlín. En octubre de 2017 participó en las revisiones de portafolios organizados por AAVI en el contexto de Foto México. Ahí fue seleccionado para exponer en Página en blando. Nuestra decisión estuvo basada en el aprecio por la complejidad formal y conceptual de su obra y en nuestro interés en continuar apoyando proyectos que, como el de Alcocer, hacen de la experimentación técnica un detonador de nuevas relaciones estéticas e inteligentes con la imagen.
Sitio web: http://rodrigoalcocer.com/
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